El proceso de desarrollo del niño pasa por establecer con sus padres un vínculo afectivo sano, que le posibilite ir poco a poco a la separación gradual de ellos y a la construcción de su propia identidad.
Estos dos fenómenos estarán siempre ligados, vínculo y separación. El niño necesita apego y autonomía, “raíces y alas”.
Un buen vínculo afectivo proporciona una buena autonomía. Solo se desarrolla la autonomía si ha existido una sólida dependencia y se ha ido gradualmente en el proceso de la separación.
Hay un buen vínculo afectivo cuando hay un ajuste o satisfacción adecuada de las necesidades del niño, este ajuste va creando una base segura interna en el niño, esta seguridad afectiva le hará más fácil la apertura al mundo y a los otros.
1.- El vínculo o apego seguro
El apego seguro se da cuando el niño experimenta una transición flexible para apartarse y volver a los progenitores y se siente cómodo en ambos procesos.
Esto no quiere decir que el niño no tenga que llorar o expresar dolor y rabia ante la separación, ya que ésta indudablemente cuesta, pero una vez producida, el niño seguro puede jugar, explorar el espacio y estar contento, así como establecer otras relaciones, aunque cuando llegan el papá o la mamá vuelva a demostrar su apego, su deseo de estar con ellos.
2.- El apego inseguro
Mientras el adulto ignora, rechaza o castiga los intentos de aproximación del niño se produce el apego inseguro.
Éste como fracasa en su objetivo, insiste más y esto conduce a un fracaso mayor hasta que se instala la defensa, momento en que la expectativa se extingue y el niño ya no buscará el apego.
A la hora de la separación y reencuentro el niño se puede mostrar como si le diera igual o mostrar un rechazo al adulto, o incluso agredirle, el apego inseguro puede ser evitativo, ambivalente o desorganizado.
Normalmente los niños muestran un apego seguro y una confianza en el adulto, los porcentajes de apego inseguro son mucho más bajos.
3.- El momento de la separación
El niño desde que nace está sometido a la separación de sus figuras de apego, el proceso del parto es un momento importante de separación, después vendrán otros, cuando se va a dormir por la noche, cuando los padres se marchan, cuando comienza el colegio.
Todos estos momentos enfrentan al niño con la pérdida de sus figuras de apego, que son las que le proporcionan al inicio su fuente de seguridad básica, por tanto, estos momentos deben cuidarse y regularse, para que se produzcan de la forma menos angustiosa para el niño y para los padres, ya que así estaremos sentando las bases de su salud emocional de adulto y su forma de afrontar pérdidas y separaciones futuras.
Ante la separación de sus figuras de apego al principio es probable que el niño llore, sienta malestar, angustia. Por tanto, es muy importante el papel del adulto para regular esta angustia.
A veces, puede ser que el niño no emita ninguna respuesta. Si no muestra malestar ante la separación puede ser que la viva bien, pero también que suceda lo contrario, que tenga una expectativa desesperanzada de que el otro pueda responder, entonces se vuelve evitativo y se muestra distante, pero se ha comprobado que si siente estrés y que hay síntomas fisiológicos de sufrimiento.
En otras ocasiones, el chico que llora es porque espera la respuesta del adulto, mientras el que se muestra impasible puede ser que ya no espere nada.
Cuando el niño muestra una angustia excesiva ante la separación es porque siente inseguridad por algo.
Se tratará de ver la causa de esta angustia, si es que cree que los adultos de los que se separa no quieren su compañía, o se siente abandonado o no se siente querido porque ha notado displacer en la relación del adulto con el o irritación por parte del adulto, o no se siente suficientemente valorado y reconocido por lo que el es, en su especificidad, esto puede dañar su sistema narcisista y dar lugar a crisis ante la separación o crisis de oposicionismo.
Si una niña de 2 o 3 años siente que se está separando, se ve así misma cada vez más como un sujeto independiente, y sus padres se van unos días, ellos pueden ayudarla a regular su angustia de separación dándole seguridad, hablando de ello, dejando objetos personales a su lado (foto), llamándola…
Si siente miedo ante la separación, empatizar con ella, verbalizar los sentimientos, jugar la ausencia con juegos de aparecer y desaparecer. Si se puede jugar, lo podrá anticipar en su mente.
La interrupción de una relación para un niño es siempre un acontecimiento. El niño lo puede vivir como un abandono, por eso es algo que hay que cuidar, hay que explicarle y prepararle.
Cuando va a la guardería o al colegio es muy importante el período de transición o de adaptación.
Sería muy interesante que los padres pudieran asistir con el niño al espacio donde el niño se va a quedar luego solo y así el espacio es investido por la presencia de los padres y el niño ve una continuidad y no se siente que le dejan allí solo o abandonado.
Otro factor importante a tener en cuenta en las separaciones es como lo viven los propios padres. Si se sienten culpables por dejar al niño demasiado pronto o sienten angustia ante la separación de su hijo, por reminiscencias de su propia infancia.
Los padres se pueden hacer las siguientes preguntas ¿Cómo experimenté la situación cuando mis padres me dejaban? ¿Qué sentí?
No podemos olvidar que el vínculo es una relación que afecta a las dos partes y los padres en este caso también sufren por la separación. Hacerse consciente de ello y poner palabra a los sentimientos ayudará mucho.
La separación hay que anticiparla, anunciarla y trabajarla con el niño, y explorar después las consecuencias de la ausencia.
Ante las separaciones hay que tener en cuenta las señales del niño, el mismo nos va mostrando sus necesidades y estado emocional.
4.- Consejos ante momentos de separación de tu hijo
Hablarle de la separación, de lo que va a suceder, para irle preparando. La estructuración del tiempo son formas cognitivas de regulación de la ansiedad. La preparación cognitiva regula la ansiedad de separación.
Verbalizar los estados emocionales ya que pueden estar a nivel inconsciente y le ayudan a darse cuenta de lo que le pasa.
Jugar a juegos de aparecer y desaparecer, esconderse y buscarse, tu te vas y yo voy a por ti. Siempre con un reencuentro feliz. El niño ve que mama desaparece, pero vuelve a aparecer.
Pintar o dibujar para expresar los sentimientos
Hacer rituales y crear hábitos que ayuden a predecir la separación: baño, cuento, osito, abrazo. Ir despidiéndose poco a poco.
Graduar la atención prestada durante el día y los momentos de separación. Que haya momentos con el niño y otros sin él.
Llamar por teléfono de vez en cuando para que entienda la distancia y sepa que sus papás siguen ahí.
Dejar un objeto. Un pañuelo (olor), una foto (imagen), algo que le recuerde a sus padres. También es muy positivo que tenga su osito de peluche o cualquier otro objeto de apego.
5.- El reencuentro
Expresar entusiasmo. Recibirlos con ganas. Observar y ser respetuosos con su estado al vernos. Unos niños exteriorizan su alegría, otros lloran, otros se muestran enfadados. Darles tiempo para que vuelvan a nosotros.
Explorar como ha vivido el niño la ausencia. Hablando con sus cuidadores. ¿Ha estado contento? ¿Qué actividades ha hecho?. Según sus reacciones también veremos si lo ha vivido como abandono, como interrupción de la relación, etc.
Hablar sobre ello. Después se puede hablar de cómo está el niño o de cómo estamos nosotros, sin agobiar.
En conclusión, es importante que el niño tenga, a medida que va siendo mayor, varias relaciones de apego (abuelos, amigos, cuidadores). Que el niño se vincule afectivamente a unas cuantas personas adultas, si tiene más relaciones afectivas se siente más seguro.
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